Esta es la realidad a la que se enfrentan los propietarios de pequeñas empresas cada día: el sistema bancario tradicional simplemente no les sirve. Los bancos ven los préstamos pequeños como propuestas de alto riesgo y bajo rendimiento. Los costos administrativos reducen los márgenes. La carga de evaluación de riesgos hace que prestar a pequeñas empresas sea fundamentalmente inviable desde la perspectiva de un banco. ¿Y qué pasa? Los emprendedores son rechazados. Las líneas de crédito se agotan. El crecimiento se estanca. El problema fundamental no es que las pequeñas empresas sean inherentemente riesgosas, sino que el modelo bancario fue diseñado para volumen y escala, no para la realidad caótica de las PYMES que intentan bootstrapear su camino hacia arriba. Esta falla estructural ha definido las finanzas durante décadas. Pero, ¿y si existieran mecanismos alternativos? ¿Y si el capital pudiera fluir de manera diferente?