Estos años, para hablar de la fuente de financiación más barata a nivel mundial, en realidad no se trata de un préstamo de algún banco, sino del yen.

Japón ha mantenido un entorno de tasas de interés negativas a largo plazo, lo que ha llevado al yen a convertirse casi en una tarjeta de crédito de costo cero en los mercados de fondos globales — no solo con tasas cercanas a cero, sino también con límites de crédito especialmente altos, lo que para las instituciones de inversión globales y fondos de cobertura es prácticamente una oportunidad de oro.

El método parece no ser muy complicado, pero debido a la escala de fondos involucrados, el impacto en el mercado también se ha exagerado. La estrategia de arbitraje de aquel entonces básicamente era así:

Primero, tomar prestado una gran cantidad de yenes. La tasa de interés era tan baja que casi podía ignorarse. Luego, convertir los yenes prestados en dólares, euros u otras monedas de alto rendimiento. A continuación, invertir los fondos convertidos en activos con mayores tasas de interés — quizás bonos del gobierno de EE. UU., acciones en mercados emergentes, u otros activos de alto interés. Finalmente, esperar a obtener beneficios tanto de la diferencia en el tipo de cambio como del diferencial de tasas.

Esta lógica fue especialmente efectiva en épocas en las que el yen se devaluaba continuamente, haciendo que los fondos fluyeran a todos los rincones del mundo, elevando los precios de diversos activos y también afectando indirectamente la liquidez del mercado de criptomonedas.