Este año he visitado varios países de manera intermitente, y he visto un poco del mundo.

No fue una experiencia de abrir los ojos de manera impactante, sino una sensación muy concreta de las diferencias: el ritmo de las ciudades, la distancia entre las personas, la actitud hacia el tiempo y las reglas. Antes, muchas de mis decisiones se basaban solo en la pantalla y en la imaginación; solo después de salir realmente, me di cuenta de que el mundo es más tranquilo de lo que imaginaba y también más complejo.

Cuanto más veo, menos fácil me resulta sacar conclusiones rápidamente.
Algunas cosas no necesariamente son mejores, pero funcionan de manera diferente; algunos problemas no son cuestión de correcto o incorrecto, sino de elección.
Este pequeño conocimiento no puede cambiar la vida, pero al menos me hace no tener tanta prisa por tomar partido en muchas cosas.